Historia, leyendas y curiosidades de nuestra ciudad.

Historia, leyendas y curiosidades de nuestra ciudad y sus alrededores

sábado, 29 de enero de 2011

Leyenda de la Capilla de las Ánimas o de San Onofre.

El Convento Casa Grande de San Francisco de Sevilla era el más grande de la ciudad desde el año 1.268 en que fue construido. Abarcaba una enorme cantidad de terreno, comprendiendo la actual Plaza Nueva y delimitado por la calles Albareda, Carlos Cañal, Zaragoza y Joaquín Guichot. En el solar se alzaba la Iglesia, de grandes proporciones, diversas capillas (hasta cuarenta), varios claustros, biblioteca, hospital, botica, hospedería, cementerio, fuentes, jardines, cuadras y diversas construcciones auxiliares.
A lo largo de los años sufrió frecuentes riadas y graves incendios (años 1.527, 1.658 y 1.716), de los que se pudo sobreponer. Lo que ya no pudo soportar fue la ocupación  francesa, en 1.810 (¡cuánto daño infringieron los franceses en tan poco tiempo a nuestro país!), que terminó con un nuevo y gravísimo incendio. La puntilla la puso, en 1.835, la desamortización de Mendizábal, que suprimió las órdenes religiosas y decretó el embargo de sus bienes, que acabaron  dispersados, perdiéndose en gran parte.
Portada de la capilla de san Onofre o de las Ánimas.
Los edificios del Convento fueron derruidos en 1.840; en la actualidad sólo se conserva el Arquillo del Ayuntamiento, que constituía el acceso al atrio del Convento, y la Capilla de San Onofre o de las Ánimas, fundada en 1.520, y cuya misión principal era la de propiciar que se oficiasen misas por las ánimas del purgatorio, que se encuentra en un lateral de la Plaza Nueva, junto a la calle Barcelona.

La leyenda comienza cuando un caballero llamado Juan de Torres, de noble familia (que tuvo un palacio en la calle Torres, a la que daba nombre, paralela a la calle Feria), tras haber vivido de forma desordenada y pecaminosa, quiso purgar dichos pecados entrando de lego en el convento de San Francisco. Dedicado a la penitencia y a los más humildes trabajos, de noche gustaba rezar en la Capilla de San Onofre.
La capilla de las Ánimas, vista desde la puerta de entrada.
La noche del dos de noviembre, festividad de las Ánimas Benditas, mientras se encontraba entregado a la oración, vio entrar un fraile de su misma orden, que pasaba a la sacristía y volvía a salir al poco rato, vestido como para oficiar la misa. El fraile depositaba el cáliz en el altar, miraba hacia los bancos, daba un gran suspiro y, recogiendo el cáliz sin haber dicho la misa, se volvía a la sacristía de la que salía poco después, ya sin revestir, cruzando la iglesia y desapareciendo.
Calle central del Retablo Mayor de la capilla de san Onofre. Siglo XVII. Tallado por Bernardo Simón de Pineda, con esculturas de Pedro Roldán:  la Inmaculada como figura central y san Fernando (izquierda) y San Hermenegildo (derecha) a los lados.
El hecho se repitió las dos noches siguientes, por lo que el lego comprendió que algo extraño sucedía. Buscó consejo en el Prior del Convento, el cual, sin más explicaciones, le dijo:
- Si vuelve a ocurrir lo mismo, acércate al fraile y ofrécete a ayudarle en la misa.
A la noche siguiente, se repitió el suceso, por lo que el hermano lego se acercó al fraile y le preguntó:
-¿Quiere su paternidad que le ayude a la misa?
Retablo de san Onofre. Gaspar de las Cuevas, siglo XVI.
Las tallas son de Martínez Montañés y las pinturas de Pacheco.
El fraile le contestó  con las primeras palabras de la Santa Misa, sólo que en vez de decir "Introibo ad altare Dei, ad deum qui laetificat juventutem meam" ("Me acercaré al altar de Dios, el dios que alegra mi juventud") su voz se hizo más clara, para articular estas terribles palabras: "Introibo ad altare Dei, ad deum qui laetificat mortem meam" ("Me acercaré al altar de Dios, el dios que alegra mi muerte"). En este punto, el lego ya había comprendido que estaba frente a un aparecido, pero como había sido hombre de armas y conservaba su temple, continuó ayudando en la celebración de la misa al fantasma. Cuando terminó la celebración y el fraile se hubo despojado de sus ornamentos, se volvió al hermano lego y le dijo, hondamente emocionado:
-Gracias, hermano, por el gran favor que habéis hecho a mi alma. Yo era un fraile de este mismo convento, que por negligencia dejó de oficiar una misa de difuntos que me habían encargado, y habiéndome muerto sin cumplir aquella obligación, Dios me había condenado a permanecer en el purgatorio hasta que saldara mi deuda. Pero nadie hasta ahora me ha querido ayudar a decir la misa, aunque he estado viniendo a intentar hacerlo, durante todos los días de noviembre, cada año, por espacio de más de un siglo.

Y tras estas palabras el fraile desapareció para siempre.
Recreación del monje de la leyenda.
Muro izquierdo de la capilla de san Onofre.
La Hermandad de las Ánimas de San Onofre, data del siglo XIII, y sólo cuenta con cuarenta hermanos. Siempre ha sido la propietaria de la Capilla.

Desde el 20 de noviembre de 2.005 se realiza en la capilla la Adoración Eucarística Perpetua, en la que unos 600 voluntarios dedican una hora semanal para acompañar al Santísimo permanentemente, las veinticuatro horas del día.
En su interior se conservan cuatro retablos. El retablo mayor es de finales del siglo XVII, obra de Bernardo Simón de Pineda entre 1.678 y 1.682, y esculturas de Pedro Roldán. Con amplio camarín y columnas salomónicas, la figura central es la de la «Inmaculada Concepción» y a los lado las de San Fernando y San Hermenegildo.
Coro de la capilla de san Onofre.
Cuenta además con otro retablo destinado a su titular, San Onofre, encargado asimismo en el siglo XVI, en principio a Gaspar de las Cuevas, pero cuya arquitectura y pintura es atribuida a los artistas Martínez Montañés y Francisco Pacheco, respectivamente.
Un tercer retablo, dedicado al Niño Jesús, es el de las Ánimas y la Virgen de la Candelaria, revestido de azulejos. Y el último, otra obra de S. de Pinelo, éste de 1.693, está presidido por San Laureano.
Otras obras de interés son un cuadro del mejicano Juan Correa, la Virgen de Guadalupe, del siglo XVII, y un relieve de La Trinidad.

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