Historia, leyendas y curiosidades de nuestra ciudad.

Historia, leyendas y curiosidades de nuestra ciudad y sus alrededores

viernes, 15 de marzo de 2013

Conjunto Arqueológico de Carmona, -I.


La fertilidad de las tierras que la rodean, en plena vega del Guadalquivir, ha sido la causa de que la ciudad de Carmona haya sido habitada desde la más lejana antigüedad. Los primeros pobladores documentados datan de los períodos Paleolítico y Neolítico, estableciéndose posteriormente fenicios (se atribuye legendariamente a Hércules su fundación), cartagineses, romanos, musulmanes y, finalmente, cristianos, tras la conquista por parte de Fernando III en 1.247.
Vista de la ciudad de Carmona, con la iglesia de san Pedro en primer plano.
Cortesía de Wikipedia.
De todas estas ocupaciones han quedado muestras a menos extensas y más o menos bien conservadas. Sin embargo, el monumento antiguo más importante de la ciudad de Carmona que ha llegado a nuestros días es, con gran diferencia, la Necrópolis romana, única en su género.
Anfiteatro.
Descubierto en 1.868 por casualidad, con motivo de los trabajos de allanamiento del llamado Camino del Quemadero, el conjunto fue expoliado durante una docena de años hasta que, en 1881, Juan Fernández López y Jorge Bonsor, junto al capataz Luis Reyes Calabazo, inician un proyecto científico, comenzando por la adquisición de los terrenos que actualmente conforman el recinto de la necrópolis.
Anfiteatro.
El conjunto contiene varios centenares de cámaras sepulcrales (hipogeas), excavadas en la roca de Los Alcores, en las que se practicaba casi exclusivamente el rito de la incineración. Los cadáveres incinerados se depositaban en el interior de urnas de piedra que posteriormente eran colocados en hornacinas excavadas en los muros de la cámara. En algunas tumbas aún se conservan restos de la decoración mural pintada sobre el estuco que recubría las paredes.

El uso de la Necrópolis abarca el tiempo comprendido entre los siglos I a.C. y II d.C.
Entrada al Conjunto Arqueológico de Carmona.
La entrada al conjunto se encuentra en la avenida Jorge Bonsor y, justo frente a ella, se puede admirar el gran Anfiteatro, datado en el siglo I a.C. De planta oval con una longitud de 58,80 metros en su lado más largo, el edificio se excava parcialmente en la misma roca aprovechando la inclinación natural del terreno, completando el resto de la edificación con grandes sillares. El acceso a la arena se realiza mediante un enorme pasillo conectado con una de las entradas en el lado oriental. Las dependencias se podrían encontrar en los laterales de la arena. Una serie de escaleras dan acceso al graderío, del cual se conserva muy poco en la actualidad.
Anfiteatro.
Probablemente, todo el edificio estaba revestido en su interior de paneles, a juzgar por los restos encontrados, destinados al ensamble de los mismos. La gradería conserva aún restos del estuco que la revestía. También se aprecian en la arena una serie de orificios en los que quizás se insertaban unos postes para sujetar un escenario, y en la roca quedan las huellas de ensamble de una superestructura de madera que completaba la grada.

La zona del Anfiteatro fue utilizada también como necrópolis. De hecho, los primeros enterramientos romanos, se conservan al sur del Anfiteatro, estando datados en el siglo II a.C.. Se trata de una serie de tumbas de inhumación, caracterizadas por un ritual funerario, cuya característica más peculiar es la colocación del cadáver en posición fetal y con la cabeza orientada al este.

Tomamos el camino de acceso al edificio administrativo, y en él nos proveen de un plano con la propuesta de recorrido. En el mismo lugar se encuentra el Museo, exposición permanente de piezas encontradas durante las excavaciones y, en la planta superior, una sala de audiovisuales que nos  muestra durante unos quince minutos la historia y contenido del conjunto arqueológico, así como una serie de objetos personales de Jorge Bonsor y maquetas de la zona estudiada.
Camino de subida al Centro de Recepción de Visitantes.
El citado Centro.
De la misma forma hay espacios dedicados a biblioteca y restauraciones, accesible solo a estudiosos y profesionales.

Pasaremos primero por la exposición permanente, en la que podemos admirar las obras que Jorge Bonsor, en colaboración con el arqueólogo local Juan Fernández López, fueron recopilando para formar el primer museo el año 1.885, y que detallo a continuación: 
Escultura del Elefante.
Se trata de una talla realizada en piedra arenisca de 57 cm de altura y 83 cm de longitud, datada en el siglo I d.C.
Aunque toscamente tallada, todavía se pueden apreciar las formas de un elefante africano. Presenta unas cavidades, muy erosionadas actualmente, en las que podrían haber estado insertados los colmillos, tallados en otro material, seguramente marfil.
Apareció dentro del pozo que existe en la Tumba del Elefante. Sobre la significación de este animal dentro de la tumba-santuario se han realizado diversas interpretaciones, en su mayoría relacionadas con la simbología de la eternidad, la vida eterna o el culto al sol.
Vista general de la sala desde la puerta de entrada.
Vitrina lateral.
Arriba, lucernas y cerámicas pintadas. Abajo, urnas cinerarias; la de la izquierda de piedra del Alcor y la de la derecha de plomo.
La urna, tallada en piedra caliza con unas dimensiones de 17 x 18 x 32 cm, procede del siglo I d.C., siendo encontrada en la tumba nº 9, sector sur del anfiteatro. Posee base plana y tapadera moldurada. En su interior se encontraron los restos de un adulto masculino, junto al ajuar, compuesto por una lucerna de cerámica y un ungüentario de vidrio. Fue cedida en depósito por Concepción Fernández Chicarro, en 1974.

En general, las urnas talladas en piedra tienen unas características similares: un cofre de dimensiones variables y una tapadera que encaja en el reborde superior tallado. Esta tapadera puede variar en sus formas y puede llevar inscrito el nombre del difunto. Tras la incineración del cuerpo, los restos eran lavados e introducidos en el interior de estas urnas, que eran trasladadas al interior de las tumbas.
Urnas cerámicas.
Cerámicas de lujo, procedentes de ajuares funerarios.
Urnas cinerarias. De izquierda a derecha:
* Cabeza Masculina, realizada en terracota, de 26 cm de altura. Se trata, en realidad, de una urna cineraria, en la que las cenizas del fallecido se introducían por el hueco que presenta la figura en su parte posterior. Muy usadas durante el siglo I d.C., estas urnas se caracterizaban por la fidelidad en la representación del modelo original. Fue donada por Jorge Bonsor en 1.938.
* Urna cineraria de cerámica. 28 x 18 x 12 cm. Siglos I-II d.C.
Este tipo de urnas son muy frecuentes en la necrópolis. Se les llama de "tarro de miel", por su semejanza con éstos. Tiene un cuerpo cilíndrico que se estrecha hacia la boca, con tapadera circular y pomo central para asirla. Donación de Jorge Bonsor, 1.938.
* Urna cineraria tipo olla.
Ungüentarios de cerámica.
A la izquierda, una urna prerromana. La de la derecha es de tipo vasija.
Conjunto de aras.
Son elementos de carácter religioso, , de base ancha, cuerpo central con relieves y coronamiento. Este último conserva los elementos funcionales característicos de las aras: los pulvinos en los laterales -que recuerdan los primitivos haces de ramas-, y el focus o rehundimiento central para depositar o quemar las ofrendas.
El de la izquierda 
no tiene ninguna inscripción y presenta, como motivos de decoración esculpidos en tres de sus caras, elementos sacerdotales que se empleaban en ceremonias y rituales de carácter sagrado, como son el aspergillum (instrumento para rociar), la patera (especie de vaso usado en los sacrificios) y el praefericulum (jarra o vaso sagrado).
El ara central está consagrado a los dioses manes. Fue puesto para Rusticio Melusino, hijo de Amo Vamense, de dos años, un mes y 29 días.
El ara de la derecha está dedicado por Marco Julio Grato a las Madres Aufanias.

Urna de caliza de Gala (esclava) de Vicario.
Izquierda: urna de mármol de Prepusa. Inscripción: "Aquí están colocados los huesos de Prepusa, hija de Eunos, de 25 años".
Derecha: urna de piedra de caliza de Senes (¿Séneca?).
Representaciones del dios Attis.
Esculpido en piedra arenisca de la zona, su altura es de 48 cm, con una anchura de 18 cm.; está datada entre los Siglos I y II d.C. Donada por Jorge Bonsor en 1.938.
Representa al dios Attis, aunque no se conserva la parte superior de la cabeza. Aparece de pie y con los brazos cruzados y viste con túnica de mangas largas, ceñida a la cintura. La parte posterior está labrada formando ángulo recto, lo cual podría indicarnos que su ubicación original era un nicho u hornacina, para ser visto frontalmente. La otra figura apenas muestra el tronco del dios, del que hablaremos más extensamente cuando visitemos la Tumba del Elefante.
En la pared frontal de la sala, escoltada por dos retratos masculinos, podemos admirar la pieza más valiosa del conjunto arqueológico: la escultura de Servilia.
Pared frontal de la exposición permanente.
Retratos masculinos.
Inscripción en el pedestal de la figura de Servilia.
Escultura de Servilia. Mármol blanco. Altura, 159 cm. Primera mitad del siglo I d.C.
Procedente de la Tumba de Servilia, fue donada por Jorge Bonsor en 1938.
En esta figura, una de las pocas que han sido halladas en la necrópolis, se representa una figura femenina de pie, sin cabeza. Aparece vestida con unos paños profusamente plegados, esculpidos de manera tan delicada que producen un hermoso efecto de claroscuro.
Fue hallada en la Tumba de Servilia, a la que da nombre, y posiblemente pertenecía a la joven que fue enterrada en ella. Una inscripción encontrada en el pedestal donde se asienta actualmente la escultura explica que esta tumba fue dedicada a Servilia por su madre Polia. 

A nuestra derecha se abre una puerta que nos comunica con un patio interior en el que veremos otro grupo de piezas:
Diversas vistas del patio interior.
En la planta superior se puede visitar el gabinete de trabajo del arqueólogo Jorge Bonsor y una serie de maquetas de la Necrópolis:

El conjunto arqueológico en la actualidad.
Interpretación hipotética de la necrópolis en época romana.
Gabinete de Jorge Bonsor.
Objetos expuestos en el gabinete.
Salimos del Museo por el mismo sitio que entramos y, a nuestra izquierda, veremos una escalera que nos llevará a la terraza del edificio, que tiene dos niveles de diferentes alturas. Desde arriba del todo, estas son las vistas:
Anfiteatro.
La Tumba de Servilia.
Estanque y Mausoleo Circular.
La ciudad de Carmona desde la terraza superior.

Quienes deseen, además de visitar este conjunto, darse un paseo por “El lucero de Europa”, como es conocida la ciudad de Carmona, pueden orientarse en la magnífica web http://www.turismo.carmona.org 

 Aunque el conjunto de tumbas es visitable por personas con movilidad reducida, hay algunas zonas a las que no podrán acceder: el interior del Mausoleo Circular y bajar a las tumbas de Postumio y Servilia, aunque sí podrán verlas desde el exterior.

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