Historia, leyendas y curiosidades de nuestra ciudad.

Historia, leyendas y curiosidades de nuestra ciudad y sus alrededores

martes, 9 de septiembre de 2014

Monasterio de San Isidoro del Campo, -II. La historia del aristócrata torero.

En la entrada anterior hemos pasado revista al personaje de Guzmán, el Bueno, germen de la construcción del edificio que hoy comenzamos a recorrer.
El monasterio, visto desde la rotonda de entrada a Santiponce.
La finalidad de la construcción del monasterio de San Isidoro del Campo se podría considerar múltiple: como panteón familiar de los Guzmanes, como una manera de aprovechar las tierras concedidas por el rey, como expiación de los sucesos ocurridos en Tarifa o, incluso, dado su carácter fortificado, como baluarte defensivo. Tampoco hay que descartar que fuera erigido a modo de símbolo de la categoría económica y social de la familia. Finalmente, destacar que se trató de la primera institución monástica en Andalucía impulsada por un particular, pues todas las anteriores lo fueron por la monarquía del momento.
Zona lateral del monasterio, que corre paralela a la antigua Ruta de la Plata.
Ábsides de ambas iglesias. Se aprecia claramente que son de diferentes alturas.
Atrio y entrada al monasterio.
Vista de la puerta de acceso desde el atrio.
Ya desde fuera del monasterio se pueden apreciar una serie de características poco usuales, como la fortificación del conjunto (almenas, matacanes, ventanas saeteras, algo no demasiado raro en edificaciones de la época) y, sobre todo, la presencia del exterior del doble ábside, uno más alto que el otro, que denota la existencia de dos naves paralelas de diferente altura, como luego veremos.
Vista de los ábsides desde el atrio.
La administración del monasterio fue confiada por Alonso Pérez de Guzmán a los monjes cistercienses de San Pedro de Gumiel (provincia de Burgos), filial de Morimond (Francia), constituyéndose así en el enclave más meridional de la orden del Císter en Europa. 
Otra vista del exterior de la zona restaurada.
Paralela a la nave original se adosa otra, edificada en el segundo tercio del siglo XIV por Juan Alonso Pérez de Guzmán, II Señor de Sanlúcar. Es creencia general, aunque equivocada, que Guzmán, el Bueno prohibiese el enterramiento de ningún otro miembro de la familia en el interior de la iglesia primitiva. Prueba de ello es que el primer enterramiento realizado en ella fue el de su hijo Pedro Alonso, desafortunado protagonista de los sucesos de Tarifa y, más definitivamente, lo expuesto en la carta de dotación, que se conserva: Et ordenamos et defendemos que ni el abad ni el convento nin otro ninguno non pueda reçibir sepultura dentro en la iglesia a ninguno SINO LOS DE NRO LINAGE.
La existencia de la segunda iglesia, por tanto, se debe más bien al afán de notoriedad de su hijo, Juan Alonso Pérez de Guzmán, el Gran Batallador, que quiso disponer de panteón funerario propio.
Los monjes cistercienses eran enterrados en la explanada que hay en el exterior del templo, en tanto que los jerónimos, que los sustituyeron a partir de 1.431, sepultaban a sus difuntos y a particulares adinerados en el claustro grande, llamado desde entonces Claustro de los Muertos. Aún se pueden observar algunas lápidas en sus galerías.
En el atrio del monasterio se enterraban los monjes cistercienses fallecidos.
La presencia de los jerónimos en el monasterio supone un gran cambio estético, ya que paredes y muros se decoran con frescos multicolores de estilo claramente mudéjar, realizados entre los siglos XV al XVIII. Son tanto más interesantes cuanto más antiguos sean.
Tras la gran inundación de principios del siglo XVII, que destruyó la primitiva ubicación del poblado de Santiponce, mucho más cercano al río, este se trasladó a su emplazamiento actual, junto al monasterio, por lo que el antiguo cementerio cisterciense se transforma en cementerio municipal, haciendo la iglesia nueva las veces de templo parroquial.
Con el transcurrir de los siglos el cenobio se enriquece y crece en tamaño, llegando a contar con torre, espadaña, cinco claustros, dependencias monacales, procuraduría, hospedería y las instalaciones agropecuarias (graneros, almacenes, almazaras, lagar, pozos, norias, etc) necesarias para ser autosuficiente, amén de las rentas obtenida por numerosas casas y parcelas de su propiedad, así como el diezmo de rigor.
La cruz del atrio nos recuerda que estamos sobre un lugar de enterramiento.
Las Desamortizaciones alcanzan al monasterio en 1.835, fecha en que comienza un largo y progresivo proceso de deterioro. Dividido en varias zonas, algunas de ellas fueron usadas para el almacenaje y fabricación de tabaco, cerveza y malta, e incluso como cárcel para mujeres. 
La entrada al conjunto monástico se realiza a través de la puerta que vemos al frente.
Como otros muchos templos sevillanos, también sufrió el pillaje y los destrozos de las turbas tras la Revolución Gloriosa o Septembrina de 1.868, cuando se destruyeron imágenes a balazos y a pedradas. En 1.936, otra fecha aciaga para los edificios religiosos, estuvo a punto de ser derruido, salvándose gracias a la intervención de los habitantes de Santiponce.
En 1.956 se instalan en el monasterio una pequeña comunidad de jerónimos procedente de El Parral (Segovia), que ocupa el lugar hasta 1.978, año en que el escaso número de sus miembros les obliga a trasladarse al monasterio de Yuste.
Desde 1.990 fue objeto de profunda rehabilitación (desgraciadamente parcial), dirigida por Víctor Pérez Escolano y Antonio González Cordón, que ha devuelto en gran medida la grandiosidad al conjunto, que quedó abierto de nuevo al público en 2.002.
Actualmente es propiedad de la Fundación Casa Álvarez de Toledo y Mencos, que tiene suscrito un Convenio de colaboración y cesión temporal de uso compartido con la Junta de Andalucía.
Ventanal de uno de los ábsides (detalle).
Matacanes defensivos se sitúan en los ábsides.
Aquí podemos observar la espadaña desde el atrio.
La estructura de ambas iglesias es semejante, con una sola nave de planta rectangular y bóvedas de crucería, de tres tramos y cabecera poligonal de siete lados, diferenciándose tan solo en la altura, que era mayor en la más antigua. Como comentaba, cuentan con numerosos elementos defensivos, como las almenas, las ventanas con vanos muy pequeños o los matacanes que se observan en el lado exterior del ábside. Igualmente, al estar las naves completamente abovedadas, permiten la existencia de terrazas desde la que rechazar ataques enemigos.
Antigua puerta de entrada a la zona agrícola del monasterio, tapiada en la actualidad.
También son distintos los materiales de construcción; la iglesia antigua estaba edificada principalmente con piedra tallada, en tanto que en la otra se utilizó sobre todo el ladrillo. Otra diferencia, ya más de matiz, estriba en que los arcos del primer templo se apoyan sobre ménsulas, en tanto que los del segundo lo hacen sobre pilastras.
Todo el conjunto es de estilo gótico, mucho más próximo al castellano-leonés que al mudéjar andaluz, aunque muestra elementos de este último, principalmente las dos portadas que se conservan, con arcos apuntados, abocinados, encuadrados en sendos alfices. Sobre ellos, los aleros se sostienen mediante múltiples canecillos. La frontal, según hemos entrado en el atrio, presenta en el interior de las enjutas adornos de lacerías realizados con elementos vidriados.
Puerta de entrada al conjunto monacal. Da acceso a los pies de la iglesia nueva.
Vidriera en la que se representa a San Isidoro.
A la izquierda existe, entre contrafuertes, otra portada, más pequeña y en la actualidad cegada, decorada en sus enjutas con estrellas de ocho puntas, inscritas en un círculo y un cuadrado, en cuyo interior figuran un caldero y un lobo (poco apreciables debido al desgaste), motivos heráldicos de los Guzmán y los Ossorio, respectivamente..
Pequeña puerta gótica cegada, con las armas de los Guzmán y los Ossorio.
Escudo de los Guzmán, con el caldero.


Escudo con el lobo de los Ossorio.
Sobre la portada lateral se puede ver un retablo cerámico que representa el escudo de los Álvarez de Toledo (ostentaron el título de la Casa de Alba durante varios siglos), rodeado por los estandartes de las casas que dieron origen al Ducado, con una filacteria en la que se lee Tu in ea et ego pro ea (“Tú en ella y yo por ella”, que viene a significar “Dios en la patria y yo por la patria”). Remata el conjunto una corona real sobre la que se sitúa un ángel con tridente y orbe.
Portada lateral.
Escudo de los Álvarez de Toledo, rodeado por los estandartes de las Casas que dieron lugar al Ducado de Alba.
La torre se encuentra situada en el ángulo sureste del Claustro de la Hospedería. Es de estilo barroco, producto de una renovación realizada para paliar los desperfectos causados por el terremoto de Lisboa en 1.755.
La torre vista desde la antigua carretera.
Y aquí la vemos desde el atrio.
Construida en ladrillo, de planta cuadrada y dos cuerpos, en la caña muestra algunos vanos cegados y coronados con frontones, a modo de balcones. El cuerpo de campanas presenta un vano de medio punto ciego en cada cara, flanqueados por dobles pilastras toscanas de color azul. El chapitel es octogonal, cubierto de azulejos azules y blancos, con una buhardilla igualmente pintada de azul  en cada lado, rematado por cruz y veleta de forja.
Antes de entrar en el edificio, querría comentar el cambio (a mejor, afortunadamente) sufrido por las condiciones de la visita. Cuando accedí por primera vez, hace tres años, había que pagar una entrada (me parece recordar que eran tres euros) y, además, estaba prohibido realizar fotografías en su interior. Posteriormente intenté obtener por escrito un permiso para fotografiar el monumento, que me fue denegado. Confieso que cuando llamé hace unos días para informarme de los horarios y condiciones actuales lo hice para dibujar en papel el interior de las distintas salas y buscar las pocas fotografías que existían en la red. Cual no sería mi sorpresa cuando me dicen que el pase es gratuito y que se podían hacer las fotografías que quisiera sin flash. Así que, más contento que un niño con zapatos nuevos, me fui para allá armado con cámara, dos baterías cargadas y dos tarjetas de memoria, por si acaso.
Vista desde los pies de la nave de la iglesia "nueva".
Otra imagen desde el mismo lugar.
La totalidad de la nave está cubierta por bóvedas góticas de crucería.
La entrada al monasterio se realiza a través de la portada frontal, que nos conduce a los pies de la iglesia mueva. Tras pasar tomar un tríptico informativo del mostrador, podremos observar en el muro derecho un crucificado perteneciente a la etapa de la primera orden religiosa que ocupó el monasterio, la cisterciense, que es fiel reflejo de la austeridad con la que vivían estos monjes.
Cristo gótico de la época cisterciense.
Frente a este veremos una pintura sobre tabla que representa la Virgen con el Niño, escoltados por las Santas Justa y Rufina; se encuentra en bastante mal estado. A su lado aparece una pequeña hornacina con la leyenda GUTTA CAVA LAPIDEM (La gota socava la piedra), protegida por barrotes de hierro, cuyo interior aloja un trozo del brocal que inspiró a San Isidoro en las virtudes de la constancia.
Tabla con la Virgen y el Niño escoltados por santa Catalina y santa Bárbara.
Aclarado el enigma: se trata de un fragmento del brocal del pozo que inspiró a San Isidoro, haciéndole ver que la constancia de las gotas de agua era capaz de perforar el duro mármol del pozo. 
Siguiendo el muro del Evangelio, podemos ver una serie de lápidas, dispuestas verticalmente en dos grupos de tres, que acogen los restos (algunos muy recientes) de miembros de la familia Álvarez de Toledo. 
Enterramientos del lado del Evangelio, en la iglesia "nueva".
Unión del muro del Evangelio con el ábside de la iglesia "nueva".
Nos llama la atención que las cuerdas que delimitan el recorrido estén tan alejadas del presbiterio, hecho que se repetirá en la iglesia "vieja". Hasta el final de la visita no caí en la cuenta del motivo: el camino de vuelta en la zona de las dos iglesias es el mismo que el de ida, pero más próximo a los presbiterios. Por tanto, aunque muestro a continuación los retablos y sepulcros situados en ambas zonas, en realidad los veremos de cerca al final del recorrido. 
Más adelante, en ambos muros del presbiterio, observamos una serie de arcosolios con los sepulcros de miembros de la familia. En el lado izquierdo hay dos: el superior contiene los restos de Juan Alonso Pérez de Guzmán, el Gran Batallador, hijo de Guzmán el Bueno, en tanto que el inferior está ocupado por Bernardino de Zúñiga y Guzmán y su mujer, Francisca de Guzmán.
Sepulcros del lado del Evangelio del presbiterio.
Sepulcro de Juan Alonso Pérez de Guzmán, el Gran Batallador.
Aquí descansan Bernardino de Zúñiga y Guzmán y su mujer, Francisca de Guzmán.
En el lado derecho tan solo aparece un enterramiento, ocupado por Urraca Ossorio de Lara, esposa de Juan Alonso de Guzmán, quemada públicamente por conspirar contra Pedro I, y su criada, Leonor Dávalos, que se sacrificó por ella hasta la tumba, según recogíamos en la entrada:
Las cenizas de Urraca Ossorio, esposa del Gran Batallador fueron enterradas junto a las de Leonor Dávalos, tal como recogíamos en una de nuestras primeras entradas. A los pies de doña Urraca se ve la pequeña figura de la fiel sirvienta.
Sin embargo, el enterramiento más misterioso de cuantos se hicieron en este lugar quizá sea el del matador de toros Rafael Pérez de Guzmán el Bueno, hijo de los condes de Villamanrique del Tajo, Enrique Pérez de Guzmán el Bueno y Dolores Fernández de Córdova. Nacido en Córdoba en 1.802, recibió una educación acorde con su alcurnia, estudiando en Madrid y siguiendo la carrera militar, siendo destinado al Regimiento del Príncipe, en Sevilla.
En nuestra ciudad frecuentó los ambientes nocturnos, alternando con flamencos y toreros, lo que despertó en el joven alguna oculta afición que le llevó a inscribirse en la Escuela de Tauromaquia recién fundada por Pedro Romero y Jerónimo José Cándido. Pronto despertó el interés de los aficionados por su maestría y quietud ante los astados, lo que le llevó a debutar en la Maestranza el 23 de agosto de 1.830 en solitario ante ocho toros, alcanzando un espectacular triunfo. Llamaba la atención su decisión a la hora de entrar a matar.
Rafael Pérez de Guzmán el Bueno, el torero aristócrata.
Recorrió las principales plazas del país, alcanzando la cumbre de su carrera en Granada, en cuya plaza toreó diez animales ante el fallecimiento repentino de su compañero de cartel, Antonio Mariscal. Son numerosas sus corridas en Sevilla y Madrid, lo que hace cruzar Despeñaperros a menudo en ambos sentidos. 
Y lo que no consiguió un toro bravo lo logró el infortunio: a la altura de la localidad toledana de La Guardia, la diligencia en la que viajaba sufrió el ataque de una partida de bandoleros capitaneados por "Palillos". Los bandidos son rechazados entre la guardia que acompañaba la diligencia y algunos pasajeros, entre ellos el matador, pero cuando se encontraba persiguiendo a uno de ellos, este disparó contra él, prácticamente sin apuntar, alcanzándole en el pecho y causándole la muerte en el acto. Tenía 36 años. Sus restos descansan en este monasterio que hoy visitamos, si bien se desconoce el lugar exacto, no se sabe bien si por vergüenza de la familia por la profesión escogida o debido a alguna obra o remodelación.
Volviendo al recorrido de la iglesia "nueva", preside el presbiterio un retablo barroco ensamblado en torno a 1.730, presidido por el Cristo de las Ánimas o de la Vera Cruz, atribuido a Jerónimo Quijano, escultor y arquitecto del siglo XVI, que realizó casi la totalidad de su obra en la zona de Murcia. Ignoro si este Crucificado constituye una excepción y lo talló en Sevilla o si la imagen procede de tierras murcianas. El retablo consta de un solo cuerpo con tres calles más un ático.
Retablo del Cristo de las Ánimas o de la Vera-Cruz. Siglo XVIII.
Altar y banco del retablo.
El Cordero de Dios, Agnus Dei, preside el sagrario del retablo.
Cristo de las Ánimas. Jerónimo Quijano, siglo XVI.
La Virgen, el Cristo de las Ánimas y San Juan Evangelista.
En el cuerpo aparecen, de izquierda a derecha, Santo Tomás de Aquino, la Virgen María, el Crucificado que da nombre a la obra, San Juan Evangelista y San José con el Niño. A la altura de estas imágenes, pero instaladas en dos pequeños retablos fijados a los muros, dos imágenes más: ¿San Joaquín? y San Sebastián. 
¿San Joaquín?
Imagen de bulto de Santo Tomás de Aquino y relieve de Santa Bárbara.
San José con el Niño y, sobre él, un relieve de santa Catalina.
San Sebastián.
Una escena de la Natividad adorna el reducido ático, escoltada por dos tallas de obispos con báculo y mitra, que imagino representarán a San Isidoro y San Leandro.
Ático del retablo de las Ánimas.
¿San Isidoro o San Leandro?
Natividad.
¿San Isidoro o San Leandro?
Arco de comunicación entre las iglesias "nueva" y "vieja".
Un gran arco de medio punto situado en mitad de muro de la Epístola, comunica ambas iglesias. Vemos a un lado del intradós de dicho arco un tenebrario de madera tallada y policromada de estilo neoclásico y, enfrente, una losa de mármol blanco con una larga inscripción en latín realizada con caracteres góticos que no he sido capaz de traducir.
Desde el otro lado.
Tenebrario neoclásico.
Losa de mármol situada en el intradós de dicho arco.
Finaliza aquí la segunda entrada sobre este monasterio tan interesante.


No hay dificultad alguna para personas con problemas de movilidad.

4 comentarios:

  1. Enhorabuena, esto es de 10. Insuperable.

    Gracias, Pepe.

    Un abrazo.

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  2. Gracias a ti, Mari Carmen, por tu amabilidad.

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  3. CREO QUE HAY UN PEQUEÑO ERROR,SE LLAMAN PEREZ DE GUZMAN A PARTIR DE 1558,ANTES, SEGUN DOCUMENTOS, APARECE JUAN DE GUZMAN,ETC

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  4. Otro error es que en el cuadro que dice que se representan Santa Justa y Santa Rufina con la Virgen son en realidad Santa Catalina, la que lleva la espada, y Santa Bárbara, la que lleva la palma.

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