Historia, leyendas y curiosidades de nuestra ciudad.

Historia, leyendas y curiosidades de nuestra ciudad y sus alrededores

lunes, 16 de enero de 2017

Subterráneos de Sevilla: ¿realidad o leyenda? (actualizado).

Existe en nuestra ciudad la creencia popular de que bajo ella se extiende una serie de pasadizos y galerías subterráneas que comunican entre sí determinados edificios, tanto dentro como fuera del casco histórico.
Algunos de ellos son producto de la imaginación o, sencillamente, han desaparecido con la construcción de nuevas edificaciones pero, sin embargo, hay otros muchos que permanecen, en mejor o peor estado, bajo nuestros pies.
Recreación. Cortesía de cinconubes.tv.
Prácticamente ninguno es accesible al público, por lo que no podré mostrar con fotografías su existencia y, menos aún recorrerlos, pero basándome en testimonios recogidos por prestigiosos historiadores de la ciudad, podemos pormenorizar aquellos de los que sí existe constancia.
Los más antiguos son de procedencia romana. Como ya comenté en las entradas correspondientes al Conjunto Arqueológico de Itálica, los romanos, grandes ingenieros, construían primero el sistema de alcantarillado y, sobre él, la propia ciudad. Estas galerías romanas que aún perduran son, pues, restos de la red de cloacas de la Hispalis bética.
Cloaca en el Conjunto Arqueológico de Itálica.
Cuenta una leyenda que, a mediados del siglo XIX, una esclava (recordemos que la esclavitud no fue abolida en España hasta 1.865), que servía a sus amos en la calle Abades, escapó de tan inhumana condición levantando una losa del zaguán de la casa y bajando por una escalera a una galería subterránea. Cuando quisieron seguir su camino para capturarla, una enorme cantidad de murciélagos apagó las antorchas, lo que provocó que los perseguidores, aterrados, volvieran sobre sus pasos, abandonando la persecución. No se supo nada más de la huida, ignorándose si logró su objetivo o falleció en aquellas oscuras cavidades.
Casa de los Pinelo, en la calle Abades.
Ciento veinte años más tarde, José María de Mena, con ocasión de unas obras de derribo en la calle Abades, tuvo ocasión de comprobar in situ las mencionadas galerías. Medían algo más de un metro de altura y entre 1,50 y 1,70 metros de ancho, pudiendo llegar a recorrer unos cien metros por ellas, hasta un punto en que los hundimientos de tierra y las filtraciones de agua impedían el paso.
Del mismo tipo y tamaño era la galería encontrada junto al antiguo cine Pathé (hoy teatro Quintero), lo que hace pensar que formaba parte de la misma conducción, que desembocaría en el río Guadalquivir que, en aquellos tiempos, pasaba por La Campana y la Plaza del Duque.
El cine Pathé en los años 50.
Cortesía de www.sevilladesaparecida.com.
Plaza de La Campana.
Existe otro subterráneo localizado en una pequeña calle sin sin nombre ni salida de la calle Argote de Molina, donde actualmente se sitúa el restaurante Don Raimundo. Conocido durante los siglos XVI y XVII como El Callejón de las Brujas, debe esta denominación a la existencia de varias calderas y abundante leña encontrada en un gran salón situado bajo la calle. En realidad, se trata de los restos de unas termas romanas, cuyas calderas servían para calentar el agua y que, tras la llegada de los visigodos, quedaron en desuso hasta su descubrimiento en el siglo XV.
Antiguo Callejón de las Brujas.
En la plaza de la Pescadería (antigua de la Costanilla) fue descubierta, hace pocos años, otra estructura subterránea. Se trata de una cisterna monumental romana, de un tamaño total de 45 metros de largo por 20,7 metros de ancho, formada por tres naves de 41 por 5 metros cada una, que abastecía agua a la ciudad durante el siglo II d. C.
Acceso (restringido de momento) a la cisterna de la plaza de la Pescadería.
Interior de la cisterna romana. Cortesía de www.fernandoalda.com.
Anteriormente, en los años 70 del pasado siglo, Fernando Collantes de Terán pudo estudiar los restos de unas termas romanas subterráneas que aparecieron con motivo de unas obras ejecutadas en un edificio cercano, esquina Cuesta del Rosario con la calle Galindos. Se pudo recuperar un magnífico mosaico que hoy día se expone en el museo Arqueológico de la ciudad. 
Mosaico descubierto en las termas subterráneas de la Cuesta del Rosario.
Cortesía de www.culturadesevilla.blogspot.com.
Por otro lado, era tradición una creencia que sostenía la existencia de un túnel que discurría bajo la calle Feria por el que circulaba una corriente de agua suficiente para mover la rueda de un molino harinero, al que se llamaba “La tahona de Burón”. Hoy día se sabe que, aunque existen tanto el pasadizo como el agua, no tienen el tamaño ni el caudal necesario para que puedan ser usados por un molino.
Un jueves en la calle Feria, con su popular mercadillo.
Caso similar al anterior es el del subterráneo que comunica la calle San Eloy, a través de La Campana y San Pedro, con la Puerta Osario, donde desembocaba en el arroyo Tagarete que, procedente de la comarca de los Alcores, pasaba por la calle Arroyo (de ahí el nombre de la misma) hasta llegar a la calle San Fernando y seguirla para desembocar en el Guadalquivir, junto a la Torre del Oro.. En el siglo XIX se hizo un experimento consistente en introducir una sustancia colorante en un pozo de la calle San Eloy, comprobando que el agua teñida seguía el recorrido comentado. Obras de alcantarillado ejecutadas en La Campana durante la segunda mitad del siglo pasado confirmaron la existencia de un pasadizo de un metro aproximado de altura, construido con ladrillos por el que, efectivamente, discurría un pequeño reguero de agua.
La muy popular calle San Eloy.
Reconstrucción virtual de la Puerta Osario. 
De la época musulmana datan unas galerías que van desde la Catedral hasta la calle García de Vinuesa (antigua calle del Mar) que, según diversos autores, podrían ser desagües de la fuente del Patio de los Naranjos (por García de Vinuesa pasaba un brazo del Guadalquivir), pero que, según la tradición popular, comunicaban el Cabildo (seguramente desde alguna sala aledaña a la Sacristía Mayor) con el colegio de San Miguel, de su propiedad, en la acera opuesta de la avenida de la Constitución.
Sacristía Mayor. Catedral de Sevilla.
Fachada del antiguo colegio de san Miguel (avenida de la Constitución).
Otro de estos pasadizos se encontraba hasta hace poco en la calle Torneo, comunicando el barrio de los Húmeros con la orilla opuesta del río. Su origen  es consecuencia de las obras que el ingeniero y almirante de la Armada Antonio de Ulloa proyectó con motivo de las obras de construcción del muro de defensa destinado a proteger esta zona de las crecidas del Guadalquivir.
Capilla de los Húmeros, en la calle Torneo, a la altura de la Puerta Real.
En el otro extremo de la calle Torneo, zona Puerta de la Barqueta, fue descubierta en el año 1.862, con motivo de su derribo, una galería que partía de un lateral, según recogíamos en la entrada 
La Puerta de la Barqueta formaba parte de la muralla de la ciudad.
Como podemos leer en esta, el túnel desembocaba tras varios centenares de metros y trazado tortuoso en una sala de traza cuadrada y techo abovedado, en cuyo centro se alzaba una piedra circular de buen tamaño, que podría haber ejercido funciones de altar. A dicha sala se abrían dos puertas, tapiadas, que pudieran ser el origen de la creencia popular de la existencia de un subterráneo que comunicaba el Hospital de las Cinco Llagas (actual sede del Parlamento de la Junta de Andalucía) con la Cartuja de Santa María de las Cuevas. 
Hospital de las Cinco Llagas.
Cartuja de Santa María de las Cuevas.
Sin embargo, y a tenor de lo narrado por el cronista Manuel de la Cruz en el siglo XVIII y por Álvarez-Benavides en el momento de su descubrimiento, el método constructivo apuntaba a un origen romano, lo que, a su vez, podría avalar una posible comunicación bajo tierra entre Itálica e Híspalis, hecho muy arraigado igualmente en la tradición de la ciudad. Por desgracia, la galería fue rellenada con materiales de derribo apenas descubierta, perdiéndose incluso su ubicación exacta.

Los Reales Alcázares no podían faltar a esta cita con el subsuelo de Sevilla. Al tratarse de una  residencia real, y como era costumbre en la época, no sería de extrañar que existiesen una o más salidas ocultas, que permitiesen el paso de mensajeros, víveres e incluso la huida desesperada de algún monarca en apuros. Precisamente esta última teoría nos permite suponer que no existía tal pasadizo en época musulmana ya que, de ser así, es de imaginar que el cadí Axataf hubiera escapado por él, evitando la humillación de rendir la ciudad y entregar las llaves de la misma a Fernando III.
Puerta del León de los Reales Alcázares.
Más plausible es la teoría que atribuye su construcción a Pedro I con motivo de la edificación del Palacio Mudéjar, sobre todo teniendo en cuenta la afición del monarca a salir de incógnito para correrse sus francachelas.
Sin embargo, no es hasta mediados del siglo XX, durante las obras de adecuación de la Real Fábrica de Tabacos como Universidad de Sevilla, que la tradición es confirmada por la historia. Se encuentra un pasadizo que, partiendo del Alcázar en dirección noroeste-sudeste llega, pasando bajo la calle San Fernando, hasta el edificio de la Fábrica de Tabacos, quedando cegado poco más allá de la Capilla por la propia cimentación del edificio. Es de suponer que su final se encontraría pasado el Prado de san Sebastián, en alguna de las numerosas huertas que allí se situaban.
Real Fábrica de Tabacos. Puerta del Rectorado.
Recoge el cronista  sevillano José María de Mena en su libro “Enigmas históricos de Sevilla” la constatación de otra galería que arranca bajo la iglesia de San Roque, en la plaza de Carmen Benítez. Como miembro de la comisión nombrada para controlar el desescombro de la iglesia tras los sucesos de 1.936, el historiador registró la existencia de un túnel que partía de las criptas subterráneas de la iglesia, datadas en el siglo XVIII, y llegaba a la zona ferroviaria del Campo de los Mártires, donde hoy se sitúa aproximadamente la Estación de Santa Justa. Se trata del pasadizo de mayor tamaño descubierto en la ciudad, pues medía dos metros de alto por otros tantos de ancho.
Iglesia de San Roque.
El Campo de los Mártires antes de la construcción de la Estación de Santa Justa. Ahí jugaba yo a la pelota de chaval (cuando podíamos espantar las vacas que por el lugar pacían).
Legendaria es, de momento, la presencia de una comunicación a la altura de la calle San Luis, que unía bajo tierra la zona de la plaza del Pumarejo con el hospital de San Lázaro. No ha sido posible demostrar plenamente su existencia pues, aunque en diversas obras realizadas en el teórico recorrido de este túnel han sacado a la luz algunos tramos de galería, esta se interrumpe con los cimientos del Arco de la Macarena ejecutados durante la reedificación del siglo XVIII.
Plaza del Pumarejo. Cortesía de culturadesevilla.blogspot.com.
Hospital de San Lázaro.
Durante la perforación de un pozo en terrenos del Bar La Pastora, situado en la Ronda de Capuchinos, al pie de las murallas, se encontró otro tramo de galería, ya en pleno siglo XX, que partiendo igualmente del Pumarejo se dirigía a la Puerta de Córdoba, llegando extramuros del casco antiguo.
Bar La Pastora.
Puerta de Córdoba.
Es muy posible estos dos últimos subterráneos citados sean cloacas de origen romano, realizadas en la época de Cayo Julio César Augusto, heredero de Julio César y emperador contemporáneo de Jesucristo. Se trataría de una ampliación de la red de saneamiento romana que daría servicio a la expansión de la antigua Hispalis hacia el norte, a través de los nuevos barrios creados de Santa Catalina, San Román, San Marcos, San Julián y San Gil.
Finalizamos con la mención de otra estructura subterránea de nuestra ciudad, que ya mencionábamos en la entrada dedicada a la iglesia de San Nicolás de Bari:
Como relatábamos en el mencionado artículo, en el lugar hoy ocupado por la citada iglesia se encontró en 1.492, durante las obras de cimentación de la torre de la misma, unos subterráneos que formaban un conjunto de galerías y cuevas en los que se descubrió la imagen de una Virgen, que la tradición identifica como la traída desde Roma por San Isidoro en época visigoda, siendo ocultada tras la invasión árabe del año 711. Se trata de la Virgen del Subterráneo o del Soterraño, venerada en este templo.
Iglesia de San Nicolás de Bari, en la que la leyenda situaba la Cueva de Hércules.
A estos subterráneos, conocidos como Cueva de Hércules, que llegan desde la iglesia de Santa María la Blanca hasta más allá de la bajada de la calle Mateos Gago, se les ha atribuido usos de lo más diverso. Así, podemos encontrar autores que defienden su uso como termas romanas, mazmorras o lugar de iniciación para ritos diabólicos en los que el Diablo en persona mostraba a sus adeptos sus enseñanzas maléficas. Cada cual que extraiga su conclusión.
Esta entrada se podría alargar casi hasta el infinito pues, siendo Sevilla ciudad tan antigua, guarda en su subsuelo numerosos secretos y todavía un número mayor de leyendas. Sin embargo, y como no es posible excavar toda la ciudad, mal que nos pese, nos tendremos que ir contentando con lo que las diferentes obras de construcción van sacando a la luz.
Hotel de las Casas de la Judería. Entrada a través del Palacio de los Zúñiga.
Algunos lectores me comentan la existencia de subterráneos (más bien auténticas calles y plazas situadas bajo tierra) en la zona del barrio de San Bartolomé, antigua judería de la ciudad hasta 1.492, en el interior del conjunto de los diecinueve edificios que forman el Hotel de las Casas de la Judería. Una vez informado, veo que la labor de restauración llevada a cabo por Ignacio Medina, duque de Segorbe, como promotor, y Luis Fernando Gómez-Stern como arquitecto, durante treinta años fue premiada con el Premio Rafael Manzano, de Arquitectura Clásica y Restauración de Monumentos, edición 2.013, convocado por la Richard H. Driehaus Charitable Trust y la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Nôtre Dame, de Indiana (Estados Unidos).

En total son 12.500 metros cuadrados de superficie, que comprenden cuatro palacios nobiliarios de los siglos XIV y XVI (marqués de Dos Hermanas, duque de Béjar y dos de la familia Padilla) y el resto de las 27 casas y 39 patios, en su mayoría del siglo XVIII, que pertenecían a militares, comerciantes o familias que las alquilaban. Corredores, adarves, antiguos aljibes y bodegas e incluso un túnel bajo la calle Verde las comunican entre sí. Parte de estos elementos se han restaurado, en tanto que los ya inexistentes han sido "inventados".

El conjunto se sitúa en parte a la cota del pavimento actual, en tanto que una estimable proporción está localizada en uno o dos niveles por debajo, debido a la existencia de antiguos túneles excavados por la comunidad hebrea para huir de los periódicos ataques instigados por las celosas autoridades eclesiásticas de la época.
Tras pedir el correspondiente permiso se pudo acceder al interior, que forma un auténtico laberinto (supongo que a los huéspedes les facilitarán un plano), en el que lo más normal es perderse, no una, sino varias veces.
Y como es preceptivo en todo edificio antiguo que se precie, las Casas de la Judería también tiene su fantasma. Reiterados testimonios de huéspedes y empleados del hotel atestiguan la existencia de un señor bajito y jorobado, vestido con ropajes medievales, que circula por pasillos y patios. Incluso de vez en cuando se permite alguna licencia humorística y gasta bromas a los clientes. La más frecuente, nada más clásico, consiste en tirar de la manta para destapar a los durmientes. A parte de esto, su presencia es tolerada con calma e incluso valorada por los que aquí se alojan.

Con esta visita finaliza, de momento, espero, la revista los túneles de nuestra ciudad. Espero que os haya gustado este paseo por la Sevilla subterránea.

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