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Historia, leyendas y curiosidades de nuestra ciudad y sus alrededores

martes, 14 de marzo de 2017

Visitando la Catedral, -XV. Capilla de San Pablo o de la Concepción Grande.

La capilla de San Pablo sirvió primitivamente como lugar de enterramiento a los caballeros que acompañaron a Fernando III en la conquista de Sevilla. A partir de 1.654 (en esa fecha los restos de los caballeros allí enterrados se trasladaron a la Sacristía de los Cálices), su patronato pasa a Gonzalo Núñez de Sepúlveda, caballero de la Orden de Santiago y Veinticuatro de Sevilla, a quien le fue concedido el derecho a ser inhumado en este lugar tras una importante donación que realizó con motivo de la Octava de la Inmaculada Concepción. Actualmente sus huesos, los de su mujer y los de sus descendientes se encuentran en el muro de la izquierda de la capilla, tras una losa sepulcral con el escudo de armas de los Sepúlveda, según diseño de Valdés Leal. En la reja de la capilla, terminada en 1.668, también se puede contemplar el mismo escudo.
Capilla de San Pablo o de la Concepción Grande. Vista general.
Reja, vidriera y bóveda de la capilla.
Plano de la Catedral.

Leyenda del plano.
Sepulcro de la familia Sepúlveda, en el muro izquierdo de la capilla.
En el interior llama la atención un soberbio retablo barroco con gran profusión de adornos y dos pares de columnas salomónicas que se articula en banco, dos cuerpos de tres calles cada uno y ático, trazado por Dionisio de Ribas y ejecutado por el arquitecto y ensamblador Martín Moreno en 1.656. Las imágenes son obra de Alonso Martínez, prolífico escultor  discípulo de Martínez Montañés, eclipsado por el hecho de haber sido contemporáneo de José de Arce; suyas son, sin salir de este templo, las cinco figuras de tamaño natural situadas sobre la portada de San Fernando, que comunica la Catedral con la iglesia del Sagrario. 
Banco y primer cuerpo del retablo.
En el primer cuerpo, la imagen central es una Inmaculada Concepción de gran tamaño (de ahí el sobrenombre de la capilla) y las laterales corresponden a San José y San Pablo. 
La "Concepción Grande" que da nombre a la capilla.
San José con el Niño.
San Pablo.
Pequeño Crucificado sobre el altar.
El segundo cuerpo está presidido por el Cristo de San Pablo, talla del siglo XVI, que perteneció posiblemente a la decoración del antiguo retablo, siendo recuperado para colocarlo en su situación actual. Esta imagen gozó antiguamente de gran devoción en la ciudad. A sus lados se encuentran las tallas de San Gonzalo  de Amarante y San Antonio de Padua. En el remate del retablo vemos alegorías de la Fe, Justicia, Fortaleza, Prudencia y Templanza.
Segundo cuerpo y remate del retablo.
Crucificado de San Pablo.
San Antonio de Padua, figura habitual en los retablos sevillanos.
San Gonzalo de Amarante, en cambio, se prodiga poco. Curiosamente, fue beatificado, pero nunca canonizado, aunque por tradición popular se le considera santo.
Un sepulcro de mármol en estilo neogótico, realizado en 1.881 en los talleres Barrado, según diseño de Manuel Portillo, se sitúa en el muro derecho de la capilla. En él está enterrado el que fuera arzobispo de Sevilla y cardenal Francisco Javier Cienfuegos  y Jovellanos, nacido en Oviedo en 1.766, que estuvo al cargo de la diócesis desde 1.824 hasta su destierro a Alicante por motivos políticos el 18 de febrero de 1.836. Era sobrino de Gaspar de Jovellanos (Alcalde del Crimen de la Real Audiencia de Sevilla) y de Alonso Marcos de Llanes, también arzobispo de Sevilla. 
Cardenal Cienfuegos y Jovellanos. Cortesía de Archidiócesis de Sevilla.
Dirigió sus pasos a la carrera eclesiástica, ascendiendo con rapidez, en parte gracias a su familia y en parte por su dedicación. Dio muestras de gran valentía al atender personalmente a los enfermos de las epidemias de fiebre amarilla y de cólera que se desataron respectivamente en Cádiz y Sevilla, aunque era considerado por sus superiores como "hombre de probidad suma, pero carente de talentos superiores" (Monseñor Tiberi, Nuncio Papal).
Sepulcro del cardenal Cienfuegos, en el muro derecho de la capilla.
Políticamente conservador en una época socialmente convulsa, sus encendidas pastorales provocaron que tuviese que salir de Sevilla en mayo de 1.821 durante el trienio liberal (1.820-1.823) . El regreso de Fernando VII le supuso a Cienfuegos en 1.824 el título de arzobispo de Sevilla y, dos años más tarde, el capelo cardenalicio.
La situación bélica que vivía el país durante la regencia de la reina María Cristina dio lugar, en 1.836, al destierro del cardenal a Alicante, de donde ya nunca regresaría vivo a Sevilla. Murió en 1.847, siendo enviados sus restos a Sevilla en 1.867 e inhumado primero en la cripta del Sagrario y, más tarde, en 1.881, ya definitivamente, en la capilla de San Pablo.
Desde más cerca.
En su lauda sepulcral aparece una larga inscripción en latín que, traducida nos dice:

Al Dios de los que viven. El Emmo., Excmo. y Rvmo. Señor Don Francisco Javier de Cienfuegos y Jovellanos, presbítero cardenal de la Santa Romana Iglesia del título de Santa María del Pópulo, caballero de la Gran Cruz de la Real y distinguida Orden de Carlos III, arzobispo de Sevilla, ilustre por su linaje y virtudes, principalmente por la fe y la caridad, doctísimo en las ciencias sagradas y en los conocimientos humanos, injustamente desterrado por las discordias civiles a Alicante, restituido después de su muerte  a esta su Iglesia. Descansa en este sagrado monumento. Falleció en Alicante a veintiuno de junio, año de 1847.

Sobre el sepulcro del cardenal cuelga una pintura de gran formato que muestra la escena de La matanza de los inocentes.
La matanza de los inocentes.
Hasta 1.810 estuvo expuesta en esta capilla una de las mejores obras de Murillo, El Nacimiento de la Virgen. Este cuadro fue el robado por el mariscal francés Soult durante la ocupación francesa (en vez de llevarse La visión de San Antonio como era su inicial intención), y actualmente se encuentra en el Museo del Louvre.
El Nacimiento de la Virgen, de Murillo, se exponía en esta capilla hasta 1.810, año en que fue robado, como no, por el mariscal Soult.
También estuvo sepultado en esta capilla el conde de Cabarrús, franchute ministro de Hacienda de José Bonaparte, que falleció en 1810 en su residencia sevillana. Como es natural, cuando se expulsó al invasor, se le sacó de tan sagrado lugar y se le enterró en el Patio de los Naranjos.
Francisco de Cabarrús Lalanne, conde Cabarrús.
El interior de la capilla se ilumina con una vidriera que representa El martirio de San Pablo, obra de Arnao de Flandes, realizada hacia 1.550. Una segunda vidriera situada en el lateral derecho presenta la fecha de 1.789.
El martirio de San Pablo. Arnao de Flandes, sobre 1.550.

2 comentarios:

  1. Antes que nada, desearía enviarle un cordial saludo, don José Becerra. Me encanta su blog.
    Me permito corregir un detalle, por colaborar en el perfeccionamiento de su trabajo, realmente admirable... Donde dice que Alonso Martínez fue discípulo de Martínez Montañés, se trata de un error, sin duda, porque el maestro autor del Jesús de Pasión falleció en la peste de 1649 (como usted recordará), y el autor de la Inmaculada de la Sacristía de la Catedral llegó a Sevilla, procedente de Jerez de la Frontera, a finales de 1650 (no se llegaron a conocer en persona, probablemente). Además, Alonso Martínez se formó en Cádiz, siendo niño y adolescente, con un tal Alejandro de Saavedra y, posteriormente, con Jacinto Pimentel (más conocido).
    Le reitero mi respeto y admiración. Consulto mucho su blog y le estoy sumamente agradecido.

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  2. En relación al comentario anterior, tengo en mis manos un librito de divulgación del profesor Guerrero Lovillo que, efectivamente, afirma que Alonso Martínez fue discípulo de Martínez Montañés. Creo haberlo leído en otros medios (quizás en la red, en alguna página sobre arte), pero las recientes publicaciones de Francisco Espinosa de los Monteros y Marisa Franco Herrero, dejan claro este particular de la biografía del imaginero barroco en cuestión.
    Nada más. Un cordial saludo.

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